En este mundo militar de contrastes sociales, los españoles también han dejado huella, y profunda, porque han aportado al cuerpo la esencia del alma española, con sus virtudes y sus vicios. Así se ha forjado una historia heroica y dramática, con capítulos de guerra, de amor y de disputas. Al compás de las guerras fratricidas de la Península se acrecentaron las filas de la Legión.
El gobierno francés se aprovechó de los exiliados españoles para sus intereses militares fuera del Viejo Continente y de paso evitó los problemas que pudieran generar dentro de su territorio. Políticamente, la Legión Francesa sirvió de pago en la Cuádruple Alianza, y así con armas y pertrechos se sumó a la causa isabelina en 1835.
Durante la Primera Guerra Mundial, los nacionalistas catalanes vieron en ella un útil para sus objetivos independentistas y miles de españoles engrosaron los batallones de la Legión. El último alistamiento masivo, aunque condicional, lo constituyó el contingente republicano al concluir la Guerra Civil.
A partir de los años cincuenta, las nuevas generaciones de españoles al servicio de Francia concuerdan más con la tipología del legionario actual, alistándose principalmente por razones de orden personal que por motivos ideológicos. No olvidemos tampoco que la Legión gala sirvió como modelo para la creación del Tercio de Extranjeros español.
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